Tepeu y
Gucumatz, las deidades de la creación según los mayas, eligieron la
madera para construir por segunda vez al hombre después de su primer
experimento fallido con barro. Pero el resultado tampoco les satisfizo,
porque aquellos seres no tenía memoria, no recordaban sus orígenes
divinos y no reconocían a sus creadores. Así que les enviaron un gran
diluvio y los hombres de madera se pudrieron y murieron. Como refleja el
Popol Vuh (texto sagrado con leyendas de origen prehispánico de
Guatemala), desde tiempos remotos la madera ha sido uno de los
materiales que más hemos utilizado para la construcción y el diseño de
herramientas (la mitología no hace sino otorgar a los dioses
comportamientos propios de los humanos). Un buen ejemplo es el edificio
más antiguo que se conserva en la actualidad construido totalmente con
madera: el templo japonés de Horyuji de casi 1.400 años de antigüedad.
La industria maderera continúa ocupando un papel importante en la economía de muchos países del mundo. Aunque en demasiadas ocasiones la explotación de estos recursos se realiza de forma desproporcionada, afortunadamente ha crecido la conciencia de que nos encontramos ante un bien escaso, difícil de regenerar e imprescindible para la conservación del medio ambiente. Desplazada por otros materiales más resistentes, la madera puede convertirse, sin embargo, en un elemento esencial para solventar la crisis habitacional que, se supone, tendrá lugar en pocas décadas ante el continuo crecimiento de la población. Eso es lo que asegura Timothée Boitouzet, quien afirma “si el acero fue el material del siglo XIX y el hormigón el del siglo XX, la madera será el del siglo XXI”. Pero no será una madera cualquiera, tal cual la hemos conocido hasta nuestros días, sino una manipulada por un proceso químico en el cual se extrae el aire (entre el 60 y el 90 por ciento de la madera está formada por distintos gases) y se sustituye por una mezcla de polímeros. El resultado es un material translúcido, ignífugo y completamente resistente al agua. Si hasta ahora los mayores problemas que presentaban las construcciones de madera eran el riesgo de incendios y la putrefacción producida por la humedad, gracias al invento de Woodoo (la empresa creada por Boitouzet) estas complicaciones quedarán solventadas.
Aunque de momento las pruebas realizadas por Woodoo sólo han conseguido producir pequeños paneles de algunos centímetros de esta nueva madera, el francés asegura que a medio plazo se podrán hacer rascacielos enteros con este material. Las ventajas que propone no son desdeñables: construcciones más baratas, más rápidas y con una menor huella ecológica. La imagen de texturas frías, diseños de metacrilato y líneas impersonales que tanto hemos visto en películas de ciencia ficción puede no llegar a materializarse jamás si, como sueña Boitouzet, “las próximas torres en Manhattan estarán hechas de madera”.
Texto: José L. Álvarez Cedena
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